Debo confesarlo, me duele
cuando leo frases del tipo "No le cuentes tus sueños a nadie", "si no
quieres que te arruinen tus planes no los cuentes"" en esta vida soy yo,
yo, y después yo.
Harto del individualismo, de leer todos los
dias publicaciones que invitan a ser egoísta a solo ver por ti mismo, a
no contar tus planes porque hay envidiosos. De no asociarnos, de no
disfrutar de contarle a los amigos y al mundo nuestros planes, harto de
que ahora todo sea por egoístamente individual.
¿Acaso no vemos que
entre mas separada esta la sociedad, mas encapsulada, mas dividida es
mas facil de manejar?, ¿Acaso no se dan cuenta de que se vive de forma
intensa la desestructuración de toda idea de comunidad?,que perdemos
toda capacidad de autorepresentación social, de todo intento de
determinación de los contenidos y de las identidades que definan
vinculaciones sociales y opciones alternativas de la vida colectiva.
La sociedad no es ya una comunidad de metas y fines colectivamente
compartidos, sino uno agregado de individuos atomizados y
narcisísticamente orientados hacia una infinita gratificación de los
propios deseos e intereses.
Hoy en día parece dominar el: "soy
porque consumo", "consumo porque todo está ahora al alcance de la mano
de mis ilimitados deseos de poseer". Es la época del individualismo
económico, del individualismo posesivo, del individualismo masa, del
individualismo del consumidor...
La gran paradoja de nuestra
modernidad reside en que su horizonte de sentido ha sido concebido
esencialmente como liberación de los vínculos de dependencia personal,
de las jerarquías y de los poderes absolutos. Para hacer frente a estos
designios ha enarbolado, por un lado, la bandera de los valores y
derechos de los individuos, de su igualdad y autodeterminación, y, por
otro, consagrado» la vinculación social de los individuos como
ciudadanos en el contexto de una comunidad política. Pero, sin embargo,
la mercantilización generalizada de las relaciones entre los individuos,
la construcción de un inmenso aparato neutralizador y destructor de
todo el vínculo de solidaridad personal y vinculación social, ha sido el
precio» pagado por la contradictoria genética y también por el equivoco
desarrollo de estos presupuestos.
Las paradojas y las "promesas
incumplida" de la modernidad han conducido al narcisismo y el hedonismo
del individuo contemporáneo, a la apatía, indiferencia e incluso al
extrañamiento frente al otro.
Pero no sólo esto, sino que, además
de eliminar la comunidad, también niega la promesa de una vida
individual más rica: "La aspiración de autonomía, creatividad y
reflectividad se transmuta en privatismo, des-socialización y
narcisismo, los cuales acoplados a la vertiente productivista, sirven
para integrar, más que nunca, a los individuos en la compulsión
consumista". En esta nueva configuración simbólica "el culto de los
objetos es el sucedaneó de la intersubjetividad" . (SANTOS,
1998a:311-312)
No es de extrañar, pues, que el individuo
contemporáneo llegue "desnudo a la meta de su prometida
emancipación"(BARCELLONA, 1992:114)
El individuo libre,
completamente libre en sus modos de actividad es lo que pedimos todos, y
cuando hay algunos que rechazan la organización, que no piensan más que
en el individuo, que se burlan de la comunidad, afirmando que el
egoísmo del individuo debe ser su única regla de conducta; que la
adoración de un Yo debe sobreponerse a toda consideración humanitaria
(creyéndose así más avanzados que los demás), esos nunca han estudiado
su organización psicológica y fisiológica del hombre, no se han dado
cuenta de sus propios sentimientos; no tienen la misma idea de lo que es
la vida del hombre actual; sean cuales fueren sus necesidades físicas,
morales e intelectuales.
La sociedad actual nos presenta algunos de
esos perfectos egoístas: abundan los Delobelle, los Hialmar Eikdal en la
vida como en la novela. Sin encontrar muchos podemos ver alguna vez
entre nuestras relaciones, esos tipos que sólo piensan en sí mismos, que
no ven en la vida más que su persona.
Los anarquistas pensamos que
la sociedad ha de fundarse en la más estrecha solidaridad. En esa
sociedad que quieren formar, no se ha de realizar la dicha individual,
ni siquiera la ínfima parte, en detrimento de otro individuo; el
bienestar particular ha de derivarse del general; cuando un individuo
padezca lesión en su autonomía, en sus goces, todos los demás habrán de
sentirse igualmente lesionados para que lo remedien.
Mientras no se
realice ese ideal, mientras no se logre ese objeto, las sociedades serán
organizaciones arbitrarias, contra las cuales tendrán derecho a
rebelarse los individuos lesionados.
Si pudiera vivir el hombre
aislado, si pudiera volver al estado natural, no se discutiría cómo ha
de vivir; cada cual viviría a su gusto, La tierra es bastante grande
para albergue de toda la humanidad, pero entregada a sí misma, ¿daría
bastantes víveres para todos? Menos seguro es eso, probablemente se
suscitaría una guerra feroz entre individuos, la lucha por la existencia
de las primeras edades, en todo su furor.
Si se admitiese esa
teoría de que los móviles del individuo deben ser el egoísmo liso y
llano, la adoración y el cultivo del Yo, llegaríamos a decir que debe
lanzarse a la pelea y trabajar para adquirir sus satisfacciones, sin
ocuparse en averiguar si perjudican a los demás. Afirmar tal cosa, sería
declarar que la revolución futura ha de hacerse por y para los fuertes,
que la sociedad nueva ha de ser un conflicto perpetuo entre los
individuos. Si así fuese, no invocaríamos una idea de emancipación
general. No nos habríamos rebelado contra la sociedad actual más que
porque su organización capitalista no nos permite gozar también.
Ivan Deveaux.
Fuentes:
(1992):Postmodernidad y comunidad. El regreso de la vinculación social,
trad. de Héctor Claudio Silveira Gorski, José Antonio Estévez Araujo y
Juan-Ramón Capella, Madrid, Editorial Trota.
(1996a): El
individualismo propietario, presentación de Mariano Maresca, trad. de
Jesús Ernesto García Rodriguez, Madrid, Editorial Trotta.