Despertar a esa mala hora de la
noche a buscarte a mi costado,
lleno de ruidos lejanos, perros ladrándole a la tristeza,
de restos de tu sonrisa en los
espacios olvidados,
busco pistas en la cicatriz que
dejaste en mi mirada.
Navego desvelado, mar de humo y asfalto
desde que no están tus ojos cuesta
quitarse el frio.
Desterrajado, desorientado, a la
deriva intento
perderme en la inmensidad que
alguna vez fueron tus brazos.
La madrugada ataca a sal fluyendo
al ritmo de tus mareas,
el sol me reta a una carrera
contra el tiempo,
yo tarareo una canción de Cohen
con tu nombre
me pierdo en la calle, una y otra
vez un desencuentro.
Pensar en el milagro de tu
sonrisa convirtiendo el aire en oro,
aun guardo un poco de tu luz en
la nevera, para curar
el dolor de mis dedos, en tu ausencia
y su costumbre
de quemar los recuerdos a distancia…
distancia y silencio.
Callar el dolor, ocultándolo del
frio, pequeñas fugas de tristeza
se cuelan furtivas en mi mirada
que te busca ansiosa y clandestina.
Quisiera haber reconocido el
mundo contigo,
que las despedidas sin abrazos,
duelen como puntos suspensivos.
Que este temblor y esta furia no surgiera de
los huesos
que no me hiciera crujir desde el
fondo este desasosiego
murmurando tú recuerdo, esta
chapa de olvido que es un fraude contra el tiempo
Esta rabia de extrañarte, estos
días vacios
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